Tal día como un 28 de diciembre, Día de los Inocentes, de 1899 nació Edgar Neville. A pesar de ese nombre de dandy anglosajón, herencia de su padre ingeniero británico enamorado de una noble española, era madrileño como la copa de un pino. Entre la flema británica, la chulería madrileña y la filiación al día de las bromas por excelencia, desarrolló un estilo propio, tan humorístico como imaginativo, que se desarrolló entre el cine y la literatura.
Edgar Neville fue uno de los autores fundamentales del cine de la posguerra española, que supo convivir con los estrechos márgenes de la industria de la época y se atrevió con todos los géneros, a veces incluso mezclándolos, con notable éxito. Un cine en ocasiones de evasión, pues tenía claro que el público iba a la sala a pasarlo bien, pero en el que no renunció a retratar el Madrid popular de su época, una ciudad a la que amó con locura, y en el que dejó espacio para la fabulación.
Fuente: CINE CON Ñ